Retrato de un hombre
De los primeros retratos realistas.
Para la época (mediados del s. XV) era inconcebible este primerísimo plano de un hombre, un formato inédito en la historia del arte. De hecho, el género del retrato en sí (sin una escena religiosa por medio) también estaba en pañales en esos primeros años del Renacimiento.
Pero aquí Campin (a quien la mayoría de estudiosos atribuye esta obra) opta por acercarse al retratado para plasmar las arrugas, las cicatrices, los pelillos y hasta los poros de la piel de este señor.
Un tipo entrado en carnes —obsérvese la papada— se nos presenta con una pose de lado y esa extraña mirada en los ojos. Además, está pintado sobre un fondo blanco (otra novedad en el arte) que resalta, no solo al tío, sino al género en sí.
El retratado es anónimo. Para ubicarnos en la época, sólo está ese corte de pelo (todo vuelve, amigos) y ese abrigo de piel. Si no fuera por eso, bien podría ser un hombre actual, o un retrato de Grant Wood, que como sabemos tenía influencias flamencas.
Se ha especulado mucho sobre la enigmática identidad de este hombre. Por su imponente presencia, parece alguien importante. Me atrevo a decir, por sus rasgos, que incluso era una buena persona.