Retrato del escritor Max Herrmann
Que manía la de Grosz de retratar a la gente más fea de lo que eran
Se prodría decir que George Grosz era un retratista bastante cruel. No sólo captaba las desproporciones y los rasgos poco estéticos de la gente a la que retrataba, sino que además los amplificaba. ¡Y eso que eran amigos o personas que realmente admiraba!.
Eso no quiere decir que Grosz no captara a la perfección la realidad, no solo de los retratados, sino del contexto político, social y cultural en el que vivían. Es el caso del poeta Max Herrmann Neisse, que como vemos aquí, padecía enanismo.
El pintor ya había realizado otro retrato del escritor (sentado además en la misma butaca estampada con flores), porque era un tipo al que le tenía un gran cariño. Los dos eran intelectuales alemanes de esos convulsos años 20, los dos eran inconformistas, y los dos odiaban sobre todas las cosas a ese tipo de ridículos bigotes que estaba ascendiendo como la espuma en la política alemana, apoyado por el descontento popular y las soluciones concretas a los problemas de los alemanes.
Por supuesto, el odio fue recíproco y cuando Hitler llegó al poder, los dos tendrían que exiliarse para no perder sus brillantes cabezas (y lo de brillante no va por la calva de Herrmann).
Lo cierto es que Herrmann Neisse era tal cual lo representa Grosz, con esa mirada, esa postura, ese cráneo, esas manos largas y expresivas que contrastan con el resto de su cuerpo, esas gafas redondas… Por ello fue retratado no sólo por Grosz, sino por otros artistas de la Nueva Objetividad, que apreciaban no sólo los rasgos marcados y característicos de un personaje, sino su compromiso social y político como el de la talla de Herrmann.