Autómatas republicanos
Grosz retrata como nadie la corrupta y decadente sociedad alemana de entreguerras.
Grosz combatió en la I Guerra Mundial en dos ocasiones. Las dos acabó en un hospital con colapsos nerviosos.
Al regresar a Berlín en 1918, el artista se unió a los dadaístas en sus críticas agresivas de la guerra y la cultura popular alemana sazonada de nacionalismo rancio.
La Alemania de la República de Weimar era decadente, caótica, violenta, promiscua, demagógica… Una nueva Sodoma inspiradora para un artista crítico como Grosz.
Entre los miles de carteles de propaganada de todas las ideologías posibles que poblaban Berlín, Grosz bailaba por las calles con un cartel que decía: “Dada, Dada über alles!”, o pintaba a la clase media en prostíbulos en escenas de sexo explícito, o mostraba la podredumbre de una sociedad colapsada que aún pretende dar lecciones de moralidad.
Esta actitud provocó un enfrentamiento con grupos reaccionarios burgueses, que incluso le amenazan de muerte.
Aquí los retrata meneando banderitas y exhibiendo medallas, como maniquíes al estilo de De Chirico. La ciudad está vacía y sólo la pueblan figuras mutiladas con las cabezas vacías que absorben fácilmente eslóganes facilones.
Son autómatas, títeres que permitirían el auge del nacionalsocialismo una década después y que Grosz ya tiene calados.