
Suicidio
Berlín rojo.
George Grosz siempre tan positivo. Su arte está poblado de putas, borrachos, veteranos de guerra y miembros del clero y la milicia corruptos. Simplemente plasmaba su sociedad, y quizás así conseguía una obra más real que con el realismo.
Son pinturas satíricas, crueles a veces, y en ocasiones bastante desagradables, pero se ve que Grosz necesitaba expresarlas. Quizás que lo reclutaran a la fuerza para luchar en el Primera Guerra Mundial no le sentó muy bien. Y tras una baja médica, se dedicó a la pintura para denunciar la lacra de la guerra y de los hijos de puta que mandan a los hijos pobres de los demás a ella.
Grosz ambienta este cuadro de noche, pero la sangre es muy roja. Es un paisaje urbano en la que vemos una escena desoladora de muerte. Alguien se ha pegado un tiro con un revolver. O le han disparado, porque una persona se está escabullendo por la derecha, aunque a juzgar por el título… Otro se ha colgado de una farola. Al fondo, los cementerios no dan abasto ya, están llenos de tumbas.
Solo están vivos en ese Berlín rojo unos perros carroñeros que vagan por ahí y esa prostituta deforme que entretiene a un más deforme putero en esa ventana, a la vista de todos.