Salomé con la cabeza de Juan el Bautista
A la cabeza del Barroco.
No es la única interpretación de Caravaggio sobre este tema. Al menos hay otras dos pinturas de Michelangelo Merisi que tratan la decapitación de San Juan y varias más de otros descabezamientos ilustres. Se ve que al pintor le gustaba este tipo de temas.
Como sabréis, Juan era un predicador que bautizaba a la gente (a su primo Jesús también), y como no tenía pelos en la lengua, cabreó bastante a Herodes por haberse divorciado de su primera esposa y haberse casado con su sobrina Herodías.
Herodes lo metió en el calabozo y no lo mató por temor a que el pueblo judío se rebelase contra él.
Sin embargo, en la fiesta del día de su cumpleaños, la hija de Herodías, Salomé, bailó para él estilo stripper, y este baile le gustó tanto a Herodes que le dijo que le concedería lo que pidiera.
¿Qué pidió Salomé…? Pues, aconsejada por su madre, pidió la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja de plata.
Y así lo representa el colega Caravaggio: la cabeza del profeta sobre la bandeja, el verdugo agarrándola por el pelo, Salomé llevando la bandeja con cara de absoluta frialdad (una de las femmes fatales por antonomasia de la historia del arte) y una vieja que mira fijamente al santo, como frotándose las manos. Quizás sea una representación de Herodías (pero es improbable ya que esta era joven y muy bella, al menos por fuera). Quizás sea una alegoría de su fealdad moral. O quizás sea una representación alegórica del destino, la muerte o la maldad.
El caso es que Caravaggio lo vuelve a clavar: naturalismo entre penumbras, temas truculentos, modelos muy reales y contemporáneos a su época (de hecho esos rostros nos suenan de otros cuadros del maestro) y genialidad en estado puro. Caravaggio está —perdonad el chiste— a la cabeza del Barroco.
Por cierto, aquí os hablamos de otras representaciones artísticas de Salomé (obra teatral de Oscar Wilde, música de Strauss, Beardsley a las ilustraciones…). Es un combo muy recomendable.