San Antonio atormentado por los Demonios
¿Qué demonios me está pasando?
Ya que no cede a ninguna de las tentaciones (sexo, dinero, manjares…), el ermitaño San Antonio es atormentado por criaturas monstruosas enviadas por el mismísimo Satanás.
Como vemos, el pobre hombre es pisoteado, golpeado, zarandeado, tirado del pelo y mordido. Esa pandilla de demonios le da la paliza de su vida. Son bestias híbridas, mezcla de humanos, reptiles, aves y demás animales. Quizás metáforas de los vicios humanos, habitantes del inconsciente profundo, que diría Freud.
Destaca por ejemplo la figura de la capucha roja en la esquina inferior izquierda, quizás el más humano del grupo. Tiene el vientre hinchado y purulentas úlceras. Todo indica que personaliza la enfermedad. Y hay expertos que dicen que son los síntomas del envenenamiento por cornezuelo del centeno, muy extendido en la Edad Media, que provocaba el llamado «fuego de san Antonio», y que además —¡Oh, sopresa! — contiene un alcaloide, la ergotamina, de la que deriva el ácido lisérgico.
Quizás por eso todos los cuadros basados en las tentaciones de san Antonio parezcan malos viajes de ácido.
A la derecha hay un papel clavado en un tronco con la inscripción: Ubi eras Jhesu bone ubi eras quare non affuisti ut sanares vulnera mea («Donde estuviste, buen Jesús, por qué no acudiste a sanar mis heridas»). Un poco más abajo, casi imperceptible, aparecen las palabras Fide Me («confía en mi»).