San Jorge y el dragón
Dragonlance del Quattrocento.
En el Renacimiento hay muchísimas representaciones de San Jorge matando al dragón. Debía ser un tema de moda. Ucello, de hecho, hizo dos versiones de esta popular leyenda medieval.
Lo curioso de esta pintura en concreto es lo endemoniadamente moderna que es, como todo lo que hacía este fascinante artista: auténtico futurismo en pleno Quattrocento. Ya no solo por la temática (no estrictamente religiosa, por muy santo que fueran san Jorge), dando a entender que era una pintura destinada —o perpetrada— por un fan de la espada y brujería del siglo XV, todo un nerd de la época, también por su particular uso de la perspectiva (de un punto de fuga), contribuyendo al nacimiento del arte moderno tal y como lo conocemos.
Pero sobre todo por esa atmósfera mágica que tienen todas las pinturas de Uccello. En las escenas que creaba este hombre se respira una atmósfera irreal, hasta el punto que puede recordar al Surrealismo de muchos siglos después o a la Pintura Metafísica que tanto le debe a Uccello.
En esta pintura además, aparece en escena la figura de la princesa, que jerárquicamente tiene una gran importancia. Y no es una damisela en apuros precisamente. De hecho, tiene atado al dragón con una correa. Un dragón, por cierto, con unos diseños en las alas que son alucinantes, como figuritas de warhammer. Un dragón a la salida de su mazmorra. Y es que —insistimos— Ucello debía ser un buen nerd.