El sueño
"Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar".
Desde 1929 es aparecen en las pinturas de Salvador Dalí personajes muy similares a esta cabeza enorme y catatónica que vemos en Le Sommeil (El sueño), pesudo- autorretratos con los que Dalí quiso recrear el mundo de los sueños, esa mina de oro que expolió siempre y con la que se labró una carrera de éxito internacional.
Esa cabeza con cuerpo prácticamente inexistente tiene los ojos cerrados y buena parte de su peso descansa sobre unas muletas, otro motivo recurrente en su obra. Con ellas quizás Dalí quiso mostrar un símbolo de lo frágil e inestables que son los soportes que nos mantienen en eso que llamamos «realidad». El paisaje daliniano, como no, vuelve a aparecer en esta obra: árido, lunar. Y una luz azul nos recuerda que es la hora de la vigilia, la hora de dormir, la hora de soñar… Y para el pintor, también la hora de crear.
Porque Dalí tenía un método de creación muy interesante, una técnica con la que podemos sacar partido creativo de nuestros sueños. El pintor decía que hay que dormir con una llave, que sea bastante pesada y aconsejaba sentarse en una silla huesuda, preferiblemente de estilo español, con la cabeza echada hacia atrás contra el cuero estirado del respaldo.
Con las manos colgando, en el momento justo de conciliar el sueño, la llave caerá de los dedos contra un plato de metal y ese sonido alertará de que es el momento de dejarse llevar por la creación. Medio dormidos, medio despiertos, y —según el artista — totalmente revitalizados por la microsiesta, quizás lleguemos a ese castillo que vemos al fondo de la pintura, donde encontraremos cosas inimaginables que podemos traer a nuestra «realidad».
Probadlo. Por probar, que no sea. Yo he escrito estas líneas siguiendo ese método.