Tapiz
Los artistas ya no son pobres.
Cuando Miró tenía 86 años —cuatro antes de morir—, la actual CaixaBank le encarga una obra para sacar un logotipo de alguna parte de ella y, así, modernizar su imagen corporativa. Corría el inicio de la democracia en España y parece que todos querían un cambio de look. Los artistas y el arte, en cambio, llevaban décadas en un proceso de cambio: la sociedad de masas y el mercantilismo artístico habían abierto la puerta a que grandes genios se convirtieran, también, en grandes personalidades muy alejadas del bohemio muerto de hambre de inicios de siglo XX.
Miró, como Picasso o Dalí antes que él, fueron un mito en vida. Al final de su carrera le vemos como un artista total que representará el modelo de creador actual: polifacético, multitécnico, talentoso y adaptado a una sociedad que cada vez pide crear novedades impactantes más rápidamente. Se sabe un genio, se sabe apreciado y eso influenciará sus decisiones artísticas. Vamos, que no le importará «venderse al capital».
Y una muestra es este tapiz, que contendrá la famosa estrella azul, futuro logo del banco. «Un símbolo amable con el que los clientes pudieran identificarse», como dice CaixaBank. Igual que cuando Dalí diseñó el logo de Chupa-Chups. Artísticamente la obra no aporta demasiado: casi da la sensación de que el autor está cansado de repetir los patrones y colores que le hicieron famoso. La única novedad es la técnica, que desarrolló en los setenta junto con Josep Royo, coautor de sus obras textiles. El tejido de lanas de diferente grosor y nudos de cabellera elaborados por Royo dibujaba los diseños de un Miró octogenario.
Como vemos, le parecía bien hacer obras como churros sin pudor, pero también supo reinventarse hasta el final. Miró demostró, junto a otros, cómo de importante es saber ubicarse cerca del poder y saber sacarse partido a uno mismo.