Este es el color de mis sueños
Miró soñaba en ese azul en su época de más hambre.
Al conocer a los surrealistas parisinos, un treintañero y famélico Miró manifestó su deseo de abandonar los métodos convencionales de pintura, o como dijo él mismo “matarlos, asesinarlos o violarlos”.
En esa época nace su serie “pintura-poésie”, que combina texto con símbolos enigmáticos y refleja su interés por los sueños y el subconsciente, una mina de oro para los artistas de la época.
Tres elementos flotan en este lienzo vacío blanco: la palabra “Foto”, una mancha de azul, y la frase “este es el color de mis sueños”. Las letras negras se asientan en líneas de lápiz casi invisibles, como en el cuaderno de escritura de un niño (Miró fue un niño hasta su muerte a los 90 años).
Breton llegó a afirmar que Miró “quizá fuese el más surrealista de todos nosotros”. Un surrealista en estado puro que plasmó mejor que nadie lo automático, lo infantil, lo onírico… lo que vive en lo más profundo del inconsciente.
Tan individualista era que poco después de acabar esta serie de obras, las diferencias dentro del grupo de los surrealistas se hicieron vez más palpables, no sólo en la plástica, también ocurría en la parte política. Entre el Marx de transformar el mundo con la política y el Rimbaud de hacerlo con la poesía, Miró se decantó por lo segundo.
Así, como un alma libre, siguió desarrollando su personalísimo arte e influenciando a otros artistas sin afiliación concreta como Magritte. Desde luego obras como “La traición de la imágenes” le deben mucho a “Este es el color de mis sueños”.