Triple retrato de Carlos I
Un retrato innovador, por un motivo.
No es este el retrato habitual que se hace de un monarca. Normalmente las imágenes regias muestran al sujeto armado o a caballo, en posición de poder. Como decíamos, el que nos ocupa no es el caso, y por un buen motivo. El rey Carlos I de Inglaterra (1600–1649) manda a Van Dick ejecutar esta curiosa pintura para enviársela a Italia al escultor Gian Lorenzo Bernini, y que este realizara Nuestro retrato en mármol, a partir de un cuadro que Os mandaremos inmediatamente,
en palabras del propio monarca.
Van Dick tiene en esta obra la mejor de su carrera. Pintó al rey en tres posturas diferentes (de frente, de perfil derecho y tres cuartas partes del izquierdo). La vestimenta también es diferente en cada efigie, cambiando hasta las texturas y los brocados del cuello. Lo único que aparece en los tres casos es el lazo azul de la Orden de la Jarretera. El pintor consiguió de esta forma conseguir que una imagen con un propósito meramente utilitario se convirtiera en uno de sus retratos más conocidos.
Es notable la influencia de la obra Retrato de un joyero en tres posiciones, de Lorenzo Lotto. Del mismo modo, podríamos decir que Van Dick influenció un retrato similar del cardenal Richelieu ejecutado por Philippe de Champaigne años más tarde.
El papa Urbano VIII se encargó de enviar la escultura terminada a la reina, Enriqueta María, con la esperanza de suavizar las relaciones entre Inglaterra y el mundo católico. La obra gustó mucho en la corte inglesa, no solo por la exquisitez del trabajo, sino también por el parecido que guarda con el Rey.
Por desgracia, aunque se conserva alguna copia, el busto original se perdió en un incendio en el Palacio de Whitehall en 1698. El triple retrato, por su parte, permaneció en manos de Bernini y sus herederos hasta principios del siglo XIX, cuando volvió a Inglaterra para ser adquirido por la Familia Real. Desde entonces, las tres caras de Carlos I cuelgan de los muros del Castillo de Windsor.