Autorretrato con girasol
Selfie flamenco.
A principios de los años 30 del XVII, Van Dyck regresó al Reino Unido, donde era venerado, sobre todo por el rey Carlos I.
Este monarca era todo un mecenas de las artes, casi rivalizando con Felipe IV, y convirtió a Van Dyck en su Velázquez particular. Lo convirtió en primer pintor de corte, le regaló una casa con un jardín a orillas del Támesis, le dio un rimbombante título nobiliario y una renta anual de 200 esterlinas.
Fue en esta época de éxito que todo artista busca cuando Van Dyck realizó este extraño Autorretrato con girasol.
Ahí lo vemos, en la cúspide de su fama, con su traje de seda y su collar de oro al estilo rapero (nos lo enseña, el muy cabronazo). Van Dyck nos mira diciendo: ¡Lo he conseguido!.
Lo que no queda claro es el motivo de colocar a su lado ese enorme girasol. El pintor lo señala con el dedo.
Quizás esta flor sirva de símbolo del sol (y de la propia monarquía) y funcione como un agradecimiento velado a su mecenas. Quizás es un símbolo del artista y su intento de imitar la naturaleza. O quizás —y aquí me voy a arriesgar— el artista sabía que la fama es efímera, que resplandece un tiempo, pero acaba marchitándose como cualquier flor.
Quizás este Autorretrato con girasol es un Carpe diem, bitches!
Por algún motivo, esta obra sigue perteneciendo a la colección privada del endogámico ducado de Westmister.