Un yeso del natural
Pigmalión a la inversa.
En el interior de un taller de escultura como los que tanto había frecuentado de niño Dantan (su padre y su abuelo fueron escultores; él salió pintor) podemos ver a un escultor y a su ayudante recogiendo moldes de yeso de una modelo.
El taller está lleno de objetos relacionados con el oficio, con macetas y recipientes y unas cuantas estatuas y bustos en yeso y terracota. Es evidente que Dantan conocía este tipo de sitios y los retrató en sus pinturas siempre que pudo, pese al recelo de los críticos más conservadores de que un pintor académico dedicara su arte a temas «tan banales» en vez de a cuadros de historia o de mitología.
Pero lo cierto es que es inevitable pensar en un motivo mitológico al ver este cuadro. Al momento nos viene a la cabeza el antiguo mito de Pigmalión. Ovidio cuenta en sus Metamorfosis (una auténtica mina para la Historia del Arte) como el escultor Pigmalión se enamora de su propia estatua de marfil y reza a Venus para que le dé vida. Vamos, un artista que crea vida, todo un arquetipo.
Aunque en el cuadro de Dantan, el mito se presenta a la inversa: el escultor toma moldes de una mujer viva para crear una escultura inerte, dando al mito otros matices.
Y puesto a divagar, teniendo en cuenta que al fondo aparece una réplica del Esclavo moribundo de Miguel Ángel, puede haber una relación con el movimiento de emancipación de las mujeres que también estaba cobrando vida a finales del XIX.