Vasija Han con logo de Coca Cola
De la dinastía Weiwei.
Si lo pensamos bien, y haciendo lo que no se debe hacer, que es generalizar, el arte contemporáneo hace tiempo que no tiene nada de innovador, de arriesgado, de «moderno». Es un arte autocomplaciente, enrevesado, decadente, aburrido, y hecho por y para pedantes y holgazanes. Chorradas disfrazadas de algo serio y sesudo. Y como nadie las entiende, tendrán que ser buenas… El reflejo perfecto de un imperio que está cayendo.
Y como uno de los artistas contemporáneos más importantes a nivel mundial, Ai Weiwei no es una excepción. Hace tiempo que lleva haciendo lo mismo que hacía Duchamp hace más de un siglo. Se lo pagan bien, claro. Y si además, como es el caso, le añadimos el logotipo de coca-cola (que ya lo hizo Warhol hace una eternidad también), el resultado es como mínimo poco original.
Ai Weiwei ya lleva unas cuantas vasijas de estas desde 1994. Es el típico readymade donde el artista se hizo con una urna de la dinastía Han (206. a. C. – 220 d. C) y simplemente le pintó el logotipo de Coca-Cola.
Las lecturas son claras y evidentes: la unión de dos culturas, la esquizofrenia ideológica de China, la relación entre tradición y progreso, entre artesanía y arte… Todo más trillado que el eco de un tartamudo. Lo pillamos, Ai… Aunque quizás para transmitir esos mensajes no había porque profanar una joya arqueológica.
Todos nuestros respetos a Ai Weiwei como héroe de la libertad de expresión, como exiliado de su repugnante país (una dictadura capitalista), como activista a favor de los refugiados, como persona… pero como artista, se le empieza a ver el plumero. Y es que no es fácil ser coherente en estos tiempos de abrumadora incoherencia.