Venus de Urbino
La cumbre de la belleza y el amor.
Esta obra es también conocida como la Venus del perrito. Ahí vemos al simpático animal durmiendo a los pies de la diosa. Y cualquier historiador del arte lo sabe: un perrito es símbolo de fidelidad. ¿no…? Vale… pero ¿qué pasa si el perrito está durmiendo, como es el caso?
¿Y qué pasa en esa escena del segundo plano? Una figura femenina y la que parece una criada están revolviendo dentro de un cassoni, también llamado arcón de bodas (ahí se guardaba la dote que la novia recibía al contraer matrimonio).
Algo nos habla Tiziano del matrimonio y del amor. Love And Marriage, que cantaba Sinatra. Todo muy enigmático, todo muy veneciano y sobre todo muy erótico. Y Venus nos mira cómplice, con unas flores en la mano. Una Venus, por cierto, que no está del todo desnuda como debería estar una diosa (y recordemos que en esos años la divinidad era el único requisito para mostrar un desnudo femenino). Venus tiene un pendiente de perla, tiene un brazalete y tiene un anillo en el dedo —más alusiones al matrimonio—.
Esta diosa tan humana tapa su pubis con la mano (y ese es precisamente el centro de la composición). Goya tomaría muy buena nota de esto, haciendo una especie de remake con su maja desnuda (aunque ahí no taparía el pubis, mostrando incluso pelambrera). Y después haría lo mismo Manet con su Olympia, un más que evidente homenaje a la Venus de Urbino.