Virgen con el niño y dos ángeles
En la casa con Madonna.
Se trata, sin duda, de una de las obras más célebres de este artista.
En primer plano, aparecen varias figuras asomadas a una ventana, con un marco grisáceo, imitando la pietra serena (un material muy habitual en la Toscana, usado tanto en arquitectura como en escultura). Esta ventana abierta nos ofrece unas vistas a un paisaje con diversos elementos: vegetación, rocas… incluso edificios lejanos. Además, la línea de horizonte, bastante alta, permite vislumbrar el mar.
María va vestida como una mujer florentina de la época, y está sentada en un silla ricamente representada, con sus espirales y estampado textil. La Virgen está en una actitud de meditación o contemplación, su expresión es pensativa y casi melancólica, como si fuera conocedora del martirio que sufrirá su adorado hijo en el futuro. Este tipo de rostro femenino bello y al mismo tiempo triste recuerda a cualquier Virgen o Venus de Botticelli, que fue alumno de Lippi, y siguió fielmente el estilo de su maestro durante toda su trayectoria artística.
El niño Jesús (¿Es cosa mía o su rostro recuerda a Winston Churchill?) extiende los brazos hacia su madre, buscándola, y lo aúpan dos ángeles, uno en segundo plano, del cual apenas entrevemos el rostro, y otro en primer plano, sonriente, que mira directamente al espectador. Tal expresión de felicidad contrasta claramente con el semblante nostálgico de María.
El limitado espacio de esta pequeña tabla queda bien solucionado gracias a diversos recursos, como por ejemplo la representación de los dos ángeles en profundidad o el ala del ángel en primer plano, que parece casi salirse de la pintura.
El color es muy innovador: Lippi crea una iluminación clara, aportando a la obra una ambientación atmosférica que Leonardo da Vinci comenzará a usar como sello una década más tarde, el famoso sfumato.
En lugar de representar una imagen sacra clásica, Lippi la convierte prácticamente en una instantánea doméstica de la época, con mayor humanización, ya no sólo por las expresiones, si no también por la vestimenta noble de la Virgen y el nimbo sobre la cabeza, blanco, fino y casi imperceptible.
Se teoriza que el rostro de María podría ser el retrato de Lucrezia Butti, su amada, y para el del ángel o del niño Jesús podría haber usado como modelo a su hijo infante, Filippino Lippi.