Deportes acuáticos
Propaganda nazi.
En pleno III Reich, Albert Janesch se adscribió al arte obediente (Artige Kunst) frente al arte degenerado (Entartete Kunst). Ese arte pseudoclasicista era del gusto de Hitler (recordemos, artista frustrado), evitando esas modernidades que hacían los judíos, y poniéndose al servicio del régimen, creando imágenes ideológicamente afines que mostraran el ideal ario, ya sea con pasados míticos, familias perfectamente rubias, trabajadores encantados de participar en esa nueva Alemania, y por supuesto, sudorosos atletas, al modo greco-latino.
Esa virilidad fascista (siempre tan homoerótica) se ve multiplicada si los deportistas trabajan juntos como engranajes en una máquina perfecta, como es el caso de esta pintura.
Estamos ante un arte antipático por motivos obvios, pero hay que reconocer el buen hacer de Janesch, que crea una obra muy clásica, y a la vez muy moderna. El esfuerzo de estos hombretones rubios remando, bañados por un sol triunfal, es una buena metáfora del esfuerzo de esa Alemania mítica que se quería construír (aunque en diez años después se auto-destruiría).
El año anterior habían sido los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, un escaparate perfecto para que el mundo admirara las bondades del Reich que se estaba construyendo. La maquinaria propagandística nazi se puso a trabajar a toda máquina, y por supuesto se crearon todo tipo de obras de arte como esta, a mayor gloria de la ideología nacional-socialista.
Es sabido que en los Juegos, algunos atletas negros como Jesse Owens ganaron el oro jodiéndole un poco la propaganda de la superioridad aria al Führer, pero lo cierto es que Alemania arrasó en el medallero (quedó primera).