Bartolomé Esteban Murillo
España, 1617–1682
Bartolomé Esteban Murillo fue el pintor español más valorado, admirado y cotizado de su época. Mientras sus colegas trataban con el clero y la realeza, él se podía dedicar al arte por encargos privados. Tenía mucha más libertad creativa y ganaba más dinero, lo que lo convirtió en un artista rico en todos los sentidos.
La Sevilla de cuando nace Murillo resplandece de talento. Era el Siglo de Oro y la ciudad del Guadalquivir era un foco artístico y cultural en una España Imperial, una de las principales capitales artísticas de toda Europa, en la que el oro llegaba a raudales. Sabemos que con quince años se inició en la pintura, probablemente en el taller de Juan del Castillo, y muy pronto vio negocio en los cuadros de devoción, un género de lo más lucrativo.
Por ello es más conocido por sus obras religiosas, pero cultivó también el retrato y obras profanas de todo tipo, en la que hay que destacar sus increíbles pinturas costumbristas, que aún hoy sorprenden por su modernidad, aparte de una evidente calidad.
Al principio Murillo adopta el típico naturalismo tenebrista de la época: contrastes lumínicos y naturalezas muertas realizadas con un dibujo preciso y tonos apagados. Después su obra se caracteriza por mostrar niños: el encanto infantil bajo un matiz del barroco decorativo italiano, sin tanto claroscuro y con una pincelada que empieza a adquirir la ligereza que imperará después. S
Su época de plenitud empieza hacia 1660, cuando sus lienzos tienen ya la típica soltura de pincel y la riqueza cromática y lumínica que caracterizan su mejor arte, que asombra por la capacidad compositiva y el uso de modelos que parecen estar vivos de verdad.
Otro genio barroco, hoy quizás a la sombra de Velázquez, pero igual de asombroso. ¡Menudo siglo para España, el XVII…!