Georgia O’Keeffe
Estados Unidos, 1887–1986
¿Precisionismo…? ¿Pero que es eso…? Digamos que es una forma que tienen los historiadores del arte de clasificar lo inclasificable, caso de Georgia O’Keeffe, una de las máximas representantes del arte moderno en los Estados Unidos.
Su estilo personal es una amalgama de arte indígena americano, modernismo, arte abstracto, art-decó, surrealismo y vaya usted a saber que más.
En 1911 O’Keeffe fue maestra de arte en la educación primaria e ilustradora. En contacto con el mundo del arte en Nueva York, conoce las vanguardias y al que sería su compañero Alfred Stieglitz.
En los años 20 se puede decir que O’Keeffe consigue su madurez artística, con esa mezcla de figuración, simbolismo, abstracción y técnicas fotográficas. Empieza a pintar sus famosas flores de gran formato, que digámoslo claramente, son explícitamente vaginales. La O’Keeffe le dio una vuelta de tuerca a esas «pinturas femeninas de flores». Ese erotismo femenino la emparenta con el feminismo, movimiento que empieza a cobrar fuerza a medida que trascurre el siglo XX.
Lo cierto es que la artista era muy libre y no permitía que nadie le dijera lo que tenía que hacer en su vida o en su obra. Polígama y bisexual, amaba a Stieglitz (también bisexual), pero eso no iba a obstaculizar el vivir la vida a su manera. Además tenía muy mal carácter y no dudaba en darle una bofetada a un niño si este la estaba molestando. Lo saben bien los sobrinos de Stieglitz, que solían espiarla cuando trabajaba… Desnuda, por cierto, quizás por ello su arte rezuma tanta sensualidad.
En Nuevo Mexico, donde acabó por establecerse, pudo pintar y vivir como ella quería en su estudio llamado Shanty, un santuario artístico en el que no dejaba entrar a nadie.