Línea gris con negro, azul y amarillo
Las flores de esta artista son absolutamente sugerentes.
¿Erótico, eh…? Es la típica flor en primerísimo plano de la O’Keeffe que inevitablemente nos recuerda a una vagina. Después de todo, las flores son órganos sexuales…
Pétalos monumentales, pliegues orgánicos y color trabajan juntos para crear una imagen de potente ambigüedad que roza la abstracción.
La O’Keeffe conoció estas tendencias en el arte moderno europeo a través de su contacto con los círculos de vanguardia en Nueva York. En esos tiempos, era casi un cliché que las señoritas pintaran flores, pero la artista llevó esta femineidad a otro nivel. A pesar de su evidente calidad artística, O’Keeffe tuvo que soportar el desdén de muchos de sus compañeros masculinos, uno de los cuales le dijo: «No importa lo que hagas en la escuela de arte. Yo seré un gran pintor y tú acabarás de profesora de arte en cualquier escuela para niñas…». El tipo era un tal Eugene Speicher. ¿Os suena…?. Supongo que no.
La artista, libre, bisexual y polígama, fue todo un modelo para posteriores artistas femeninas. Su erotismo sugerente viene dado quizás por el hecho de que pintaba siempre desnuda. Una vez sorprendió a sus sobrinos espiándola mientras pintaba sus flores y sin más ni más les arreó un fuerte bofetón a cada uno. Si algo odiaba la artista (aparte de a los tontos, los admiradores y a cualquiera que le dijera lo que tenía que hacer) era a los niños entrometidos.
Todo un carácter, que evidentemente influyó notablemente en el feminismo posterior.