Mattia Preti
Italia, 1613–1699
Mattia Pretti nació en un pequeño pueblo del extremo sur de Italia, en la región de Calabria. Posteriormente, tras ser nombrado Caballero de la Orden de Malta, fue conocido como «Cavalier Calabrese».
Seguramente conocería en su adolescencia el naturalismo de Caravaggio y Ribera en la cercana Nápoles. Emigró junto a un hermano también pintor al corazón artístico de Europa, que seguía siendo Roma, donde vivió más de dos décadas, influenciado no sólo por los dos genios mencionados, sino también por otros caravaggistas y por el academicismo boloñés que surge del taller de los Caracci. Se convierte así en un pintor del pleno barroco, con influencias de las principales corrientes.
En 1653 se traslada a Nápoles, justo a tiempo para vivir uno de los periodos más sombríos de la historia de esa ciudad, el episodio de peste de 1656, que se llevó por delante a toda una generación de artistas de la escuela napolitana (Massimo Stanzione, Bernardo Cavallino, Francesco Fracanzano, Aniello Falcone, Pacceco de Rossa, Juan Do, Enrico Fiammingo…).
Habiendo fallecido también justo antes de la peste tanto Ribera como Artemisia Gentileschi, la pintura napolitana sobrevivió gracias a Preti, Salvator Rosa y sobre todo al prolífico Luca Giordano, con quien Preti entró en clara competencia, pero del que recibió también influencias, aun siendo Giordano más joven.
La terrible pandemia lo convirtió en el cronista de los estragos de la misma, pintando dos cuadros de las dramáticas consecuencias que trajo, así como siete grandes murales en las puertas de la ciudad, que le fueron encargados por las autoridades locales para ahuyentar en el futuro a la peste.
Tras casi una década en Nápoles, su fama se acrecentó, por lo que fue requerido en Malta, donde pasó el resto de su vida. Desde allí, su arte se exportó por buena parte de Europa, en especial a Nápoles, por lo que se ha considerado como miembro de la escuela napolitana.
En Malta, formó un exitoso y eficiente taller, que produjo gran cantidad de obras. Se ha calculado que sólo en esa isla produjo unos 400 cuadros en las aproximadamente cuatro décadas que pasó allí, es decir, más de cien cuadros por año. Es por eso que, al igual que por ejemplo Ribera, hay permanentes dudas en si sus cuadros son de su mano o con colaboración de otros artistas de su taller.
Entre sus colaboradores, está la monja María de Dominici, pintora y escultora en esa época tan dura para las artistas femeninas, que se tenían que tropezar con todo tipo de impedimentos para poder desarrollar su arte. Un cráter en el planeta Mercurio se llamó «María de Dominici» en su honor.