Óscar Domínguez
España, 1906–1957
El surrealismo español tiene en Óscar Domínguez a uno de sus representantes más importantes.
Perteneciente a la poética generación del 27, Óscar Manuel Domínguez Palazón nació en Tenerife, Islas Canarias, donde pasa su infancia. A los tres años el chaval contrae el mal de San Vito, que le ocasionó la pérdida del habla y una parálisis que lo tuvo postrado durante dos años. En este tiempo sólo podría realizar movimientos involuntarios. No llegará a recuperarse totalmente hasta los cinco años de edad.
Miles de anécdotas pueblan su infancia, que será una mina de oro de recuerdos casi mitológicos para su producción artística.
De adolescente se va a a París como oficinista, pero le pueden las juergas nocturnas de la ciudad de la luz. Vuelve a Tenerife para hacer el servicio militar y expone sus primeras obras. Además, se sabe que falsificó algún que otro cuadro de los impresionistas para ganar algún dinero, pero París se convertirá en la ciudad que lo inspira, lo cuida como artista y lo estimula para seguir pintando. En esta ciudad se establece definitivamente cuando Franco y sus compinches ganan la guerra en su país.
Pero antes, en los años 30, sus cuadros ya son muy alabados como paisajes interiores, con protagonistas como la infancia, el sueño, el sexo… En definitiva, una pintura surrealista que se aparta del «realismo» de Dalí. Una pintura llena de humor y poesía quizás para aliviar el vértigo interior.
Se puede detectar en su obra ese espíritu imaginativo, violento y atormentado que tenía en su vida. De ahí su automatismo (sobre todo en la llamada «Etapa cósmica» del autor) y su resistencia a permanecer quieto en un mismo estilo, género o incluso disciplina artística: fue también escultor, ceramista y hasta diseñador de vestuario. Pasó por la pintura metafísica, la abstracción, el estilo picassiano, siempre siendo él mismo, siempre explotando su riquísimo subconsciente.
Como miembro importantísimo del grupo surrealista parisino, llega el punto en que rompe con ellos. Casi prefiere andar con su compatriota Picasso y ser como él: libre de militancia artística. En París es respetado por el resto de artistas, por la flor y nata del arte europeo.
Óscar Domínguez era aficionado a la bebida, y en no pocas ocasiones la armaba parda: llegó a disparar su revolver en la calle y de sobras es sabido que le quitó un ojo a Victor Brauner, asumimos que por accidente, aunque Brauner se lo tomó bastante bien. Tras comas etílicos, estancias forzadas en psiquiátricos y demás desventuras alcohólicas, Domínguez decidió suicidarse cortándose las muñecas y los tobillos.