Retrato de Roma
Una pianista sin manos
La pianista polaca Roma Damska era la amante de Óscar Domínguez en 1933. Con ella pasó unos meses en Tenerife mientras preparaba la exposición con la que triunfaría en los círculos surrealistas de París, y decidió pintarla sin manos. O mejor dicho, con unas manos independientes que tocan por ella para que Roma sólo tenga que posar, bella como la Venus de Milo.
Considerada durante demasiado tiempo una obra menor de Domínguez, con el tiempo este retrato ha ganado importancia por los múltiples elementos que pueblan el cuadro y ayudan a entender una figura tan fundamental y compleja del surrealismo español.
Elementos como por ejemplo las referencias a las Islas Canarias que vieron nacer al artista, sus influencias en esos años surrealistas (la más evidente: Dalí y su “Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano de cola”), o la documentación de su amor por Roma, a la que proféticamente le acabarían arrebatando sus manos al ser asesinada en un campo de concentración nazi por ser judía.
La hermosísima pianista manca posa con los brazos amputados, pero sus manos tocan el piano envueltas en una especie niebla surrealista. Es una escena de violencia típica de Óscar Dómínguez. Una violencia casi erótica en un sueño extraño y fascinante en la que no falta ni el humor negro ni la fuerza poética del artista.