Ángel con paleta
Optimismo en la penumbra.
«Todo nuestro mundo interior es real, quizás más real que el mundo visible, cuando se llama fantasía o cuento a todo aquello que nos parece ilógico, sólo se demuestra que no se ha entendido a la naturaleza».
Marc Chagall
Obras como esta, confirman que Marc Chagall es un artista inclasificable. Año 1936, período de entre-guerras. La tensión política y social forma parte de la vida de los europeos. Comienza la Guerra Civil en España, un país al que Marc ha ido a pasar sus últimos veranos. En París, las propuestas artísticas se suceden una tras otra. El arte, más que nunca, es reflejo de los grandes movimientos que vive la sociedad… Y de repente, el pintor bielorruso nos ofrece un ángel.
La figura ocupa casi toda la tela, como si el artista no quisiera dejar lugar a la duda. Es, sin más. Los ángeles existen. Rotundo, pero a la vez sereno. Chagall, que siempre se mueve entre la realidad y la fantasía, vuelve a transitar entre vigilia y sueño de forma natural.
Al fondo, como en innumerables ocasiones, percibimos la silueta de su ciudad natal, Vitchsk. En el extremo inferior derecho, una pareja de enamorados se abraza sin reparos. En el otro extremo encontramos un animal infinitamente retratado por el artista… las alas multicolores del ángel se despliegan, podemos escucharlas, percibirlas. Es un ser magnífico, de rasgos tranquilizadores. Con su paleta y pinceles, parece inspirar a Chagall. ¿Será su musa?. Poco importa el calificativo que le demos a esta representación espiritual. Lo que sí nos confirma es el optimismo de su creador.
Igual que las flores crecen en la sombra, Marc Chagall mostró que la belleza también puede surgir de la tragedia y sublimar la vida, como un ángel pictórico que avanzó bajo su propia luz, frente a las tinieblas que poblaron el siglo XX. En Chagall hay un sufrimiento muy grande, pero también una conciencia muy fuerte de que la vida tiene algo que debe ser respetado y nunca insultado o humillado por los fundamentalismos y las agresiones.