
Yo y la aldea
Cuento de hadas cubista.
Chagall mezcla cosas para encontrar su propia voz. Una base de cubismo, un cóctel de expresionismo y surrealismo y todo aderezado con cierta ingenuidad de sus recuerdos, emociones y sensaciones personales.
La escena está poblada de personajes y elementos. En primer plano, una cabra mira cariñosamente a un hombre de cara verde. Los ojos de ambos brillan. Dentro de la cabeza de la cabra está esta misma cabra en pequeño siendo ordeñada. Abajo una mano sostiene una especie de rama de árbol que parece fosforescente. Arriba, al fondo está la aldea de Chagall, donde parece que las leyes de la gravedad no importan. Destaca una iglesia ortodoxa. Ahí hay una violinista al revés y un campesino con una guadaña.
Suponemos que todo esto tiene un enorme simbolismo, pero solo podemos aventurarnos a decir que Chagall retrata sus recuerdos de su pueblo natal en Bielorusia. Está muy presente el folclore de Europa del Este, y también el judío yiddish, mezclado lógicamente con todo el rollo moderno que Marc Chagall estaba aprendiendo en París.
Chagall hace este batiburrillo lleno de cosas pegadas, personas, animales y edificios viviendo en amor y armonía, creando lo que H. W. Janson calificó de «cuento de hadas cubista».
		Marc Chagall