Agricultores industriales
Todavía podemos percibir efluvios dadá en esta obra.
Scholz era uno de esos artistas críticos de la Alemania de entreguerras. Un cínico de cabaret, un comunista que dibujaba caricaturas, un clásico fascinado por lo experimental que ante todo amaba su patria y sufría al observar con sus ojos críticos en lo que se estaba convirtiendo la Alemania pre-nazismo (y lo que le faltaba por ver…).
Entre sus magníficas obras es obligado comentar esta maravillosa mezcla de óleo y collage llamada “Agricultores Industriales” en la que se nos muestra entre cientos de detalles una habitación en la que posan un agricultor que sostiene la Biblia en su mano mientras le sale dinero, y su señora, que tiene perforada su cabeza con un tornillo y a su vez sostiene un lechón.
Lo que suponemos que es el hijo de este matrimonio no se queda atrás en cuanto a deformidad: el chaval tiene la cabeza abierta mostrando un vacío, mientras con una sonrisa malévola está torturando a una rana.
Fuera, un sacerdote parece bendecir esa nueva maquinaria que trae el progreso a los agricultores.
Este escenario de pesadilla es típico de la Nueva Objetividad, por lo que tiene de extrañamente realista. Por supuesto Scholz deconstruye lo que es una familia ejemplar alemana, trabajadora y honrada, con la foto del kaiser en la pared y todo, haciendo una corrosiva sátira de la Alemania rural durante esos años de crisis económica y social.
Al ver obras así, no podemos evitar pensar en el dadá, ese movimiento destructivo que tras desaparecer por combustión espontánea dejó en Alemania unos residuos tóxicos cuya contaminación llega hasta hoy.