Andando sobre el agua
La prueba de ser el Hijo de Dios.
Tanner representa aquí a través de una hipnótica variación de azules uno de los grandes misterios narrados en los Evangelios sobre la vida de Jesucristo. (Mt 14:22–33; Mc 6:45–52; Jn 6, 16–21).
En la cuarta vigilia de la noche, momento de mayor oscuridad, Jesús se aproxima a sus discípulos caminando como un fantasma sobre lo que los Evangelios nos dicen son unas aguas agitadas por vientos contrarios.
Jesús da testimonio así, de ser verdaderamente el Hijo de Dios. ¡Verdaderamente tú eres hijo de Dios!
le gritan sus discípulos desde la barca.
Pues sólo el Hijo de Dios es capaz de conservar la calma y caminar, con la seguridad y fortaleza de su fe, sobre esas aguas agitadas por los vientos contrarios que han apagado violentamente la vida del Bautista y que amenazan ahora la vida de Jesús y de sus discípulos.
Los Evangelios relatan de este modo el milagro de la fe que da testimonio de la divinidad del Mesías, la cual se prueba no con palabras, sino inefablemente con las obras, atravesando en esa noche oscura las tempestuosas aguas de la tribulación como quien camina con paso firme sobre un mar en perfecta calma.
Como un faro en la oscuridad Jesús guía y apacigua así, el miedo y la turbación de sus discípulos, entre los que ha estado a punto de hundirse Pedro, al que como capitán vemos levantado sobre la barca tras haber sido rescatado por la mano del Salvador.
Con un simbolismo que se comunica a través del color y un realismo que se mantiene fiel al relato de las Escrituras, Tanner consigue trasmitir la profundidad de este misterio a través de una sola imagen que se queda intensamente gravada en la retina.