Atlas y las hespérides
Manzanas de oro.
Uno de los trabajos de Hércules (o Heracles, como prefiráis) fue robar las manzanas del Jardín de las Hespérides.
Las Hespérides eran unas ninfas jardineras y cantarinas que cuidaban el jardín más bonito del mundo. Tan bonito, que hasta los manzanos daban frutas de oro (que al parecer proporcionaban la inmortalidad, aunque no creo que fueran buenas para los dientes).
El cometido de las ninfas era sobre todo cuidar de estas manzanas, así que Hércules no lo iba a tener fácil en su trabajo.
Normalmente las Hespérides eran tres en número, pero aquí Sargent las convierte en siete y las pone a dormir, pues ya está atardeciendo en el horizonte. Como vemos, algunas tienen en sus manos manzanas de oro.
Pero en el cuadro no vemos a Hércules por ningún lado —si acaso sus famosas columnas—, pero sí aparece un musculoso personaje llamado Atlas que está sosteniendo la bóveda celeste sobre sus hombros. Sargent pinta los cielos como un globo azul índigo donde vemos constelaciones y algún signo del Zodiaco.
El caso es que en el Jardín, Hércules engañó a Atlas para que consiguiese algunas manzanas de oro ofreciéndose a sujetar él mismo el cielo mientras el titán iba a buscarlas (según algunas versiones, Atlas era el padre de las Hespérides), pero al volver, Atlas prefirió llevarse las manzanas él mismo y dejar de soportar ese terrible peso.
Hércules, muy listo, le dijo que estaba de acuerdo, pero que si le hacía el favor, le sujetase los cielos un momento para ponerse su capa, que empezaba a refrescar. Atlas, ingenuo, accedió, y Hércules puso pies en polvorosa con los frutos dorados en su haber.
Amante como era de la Antigüedad Clásica, John Singer Sargent vio la oportunidad de crear unos murales sobre mitología, y uno de los resultados es esta puta maravilla en formato redondo, con marco dorado como complemento.