Retrato de Madamme X
La sociedad parisina vio aquí algo indecente y poco elegante. ¿Qué coño le pasaba a esta gente...?
Virginie Amélie Gautreau, nacida en la afrancesada Nueva Orleans, en el seno de una rica familia criolla, se mudó a París de niña. Casada ahí con un rico, se convirtió en una verdadera fuente de chismorreos en la época, por su carácter independiente y sus infidelidades que eran un secreto a voces.
La señora posó para Sargent, que en aquel entonces era el retratista más cotizado del mundo, y la obra resultó ser tan rebelde, elegante y llamativa como su modelo. Eso de Madamme X viene a que querían mantener oculta la identidad de la modelo, pero parece que en París todo el mundo la conocía.
Sargent la pinta con vestido negro y escote de vértigo. Eso da como resultado una palidez en la piel, una «palidez aristocrática» que unida al gesto que hace con la cabeza consigue el perfecto retrato de una dama de carácter y moderna. La pose con cuerpo de frente, cabeza a un lado y brazo derecho hacia atrás provoca una tensión que enfatiza la elegancia de esta dama.
En las primeras versiones uno de los tirantes del vestido de Madamme X caía sensualmente por su hombro, pero el artista viendo el escándalo de dimensiones épicas decidió finalmente retocarlo.
Sargent siempre pensó que esa era su obra maestra, pero la gente odió este cuadro. Por algún motivo vieron algo indecoroso y feo en el retrato. Esta pobre recepción de público y crítica fue una decepción tanto para el artista como para el modelo. Gautreau y su marido fueron humillados por el asunto, y Sargent pronto dejaría París y se mudaría a Londres permanentemente.
Pero el pintor siguió pensando lo mismo. Poco antes de morir entregó el cuadro al Met de Nueva York diciendo «Supongo que es lo mejor que he hecho.»