Bañistas en el río
Pieza clave en la carrera de Matisse.
Matisse consideraba este Bañistas en el río como una de sus mejores obras. Puede que no os parezca gran cosa, pero es una obra en la que podemos ver claramente la evolución del artista, pintándola en tres momentos muy distintos de su carrera: 1909–10, 1913 y 1916–1917. De hecho, durante la restauración de la pintura se realizaron imágenes de Rayos X que muestran esta evolución.
Son ocho años de trabajo en los que Matisse pasó del colorido a la austeridad, del fauvismo al cubismo, de la geometría a lo detallado. Casi una década de reelaboración, experimentación e investigación artística que al final dio como resultado una de las obras estrella del Art Institute of Chicago.
Durante ese tiempo, Matisse, que ya era el líder del fauvismo, empezó a simplificar y eliminar detalles, a introducir sus típicos arabescos y sus geométricos ritmos. Aquí vemos ese ritmo en las figuras femeninas desnudas llevadas al extremo de simplificación, y en esos motivos vegetales del lado derecho.
En 1910 visitó el Museo del Prado, empapándose de los grandes maestros, y en 1912 viajó a Marruecos descubriendo la luz africana. En 1916 se ve ya la influencia del Cubismo y hacia 1917, cuando se va a Niza, conoce a Renoir, y su estilo vuelve a mutar. Todos estos estilos se pueden rastrear en Bañistas en el río.
Fue un periodo clave para Matisse en los que fue encontrando su inconfundible ojo que lo coronó —junto a Picasso—como uno de los pintores más importantes del siglo XX. Ambos, por cierto, admiradores acérrimos de Cézanne.
De hecho, la temática de los bañistas viene claramente del post-impresionista.