Bodegón de quesos, alcachofa y cerezas
Delicias holandesas.
Durante la época barroca en Países Bajos, los bodegones y la naturaleza muerta eran temas pictóricos muy apreciados, especialmente si aparecía comida en ellos. Se convirtieron en encargos habituales para decorar las casas y así alejarse un poco de tanta obra religiosa.
Puede que los alimentos que vemos pintados en esta obra nos resulten comunes actualmente: queso, una alcachofa, cerezas e incluso sal. Pero en el siglo XVII no eran tan accesibles, y se servían en las casas de familias acomodadas, con una buena posición social y económica. A los flamencos les gustaba mucho demostrar la variedad de alimentos que podían llegar a tener en su mesa, algunos autóctonos (en este caso, los quesos) y otros más exóticos, de origen extranjero pero que gracias a la comercialización podían degustarlos.
Peeters pinta con asombroso realismo unas cerezas dispersas, un ostentoso salero de plata, varios trozos de queso y un plato muy detallado con mantequilla. Lo más probable es que los quesos sean Gouda, un queso originario de la ciudad con su mismo nombre, de textura semi dura y sabor suave, que necesita varias semanas de maduración. Debajo de los quesos encontramos un posible panecillo de centeno redondo, seguramente preparado para cortarlo y mezclarlo con el queso. Aún así, resulta extraño la presencia de la mantequilla: no era habitual mezclar la mantequilla con el pan si ya había queso de por medio.
El alimento que más nos llama la atención es la alcachofa: está abierta por la mitad, sin retirar las hojas más duras como haríamos normalmente. Clara Peeters era una artista, y como tal quería añadir colorido y más alegría al cuadro, por eso agregó una alcachofa, con tonalidades verdes, blancas y púrpuras.
Un detalle cargado de intencionalidad son las cerezas: podemos ver el hueso de una casi al filo de la mesa, lo cual nos da a entender que el o los comensales ya han comenzado a desayunar. También nos comunica un simple mensaje, el carpe diem de toda la vida: disfrutemos mientras podamos de los placeres mundanos (la comida) porque nuestro tiempo es limitado.