Buey desollado
¡Este buey apesta!
Y tanto apestaba que los vecinos dieron quejas y las autoridades tuvieron que intervenir, imagínense el olor. Era costumbre de Soutine pasearse por las carnicerías y las pescaderías de París para pintar conejos, pollos, pescados y como podemos ver incluso un buey entero. Teniendo en cuenta la escasa economía de un artista en el Paris de los años 20, apuesto algo a que el buey ya no estaba en buen estado en el momento de la compra.
Frecuente en la pintura de todas las épocas, fueron las naturalezas muertas, haciéndose muy populares en los Países Bajos del siglo XVII, así pues, los animales muertos poblaron lienzos junto a frutas, bebidas y utensilios culinarios. Vanitas que recordaban la fugacidad de la vida. Y es en este contexto donde encontramos el precedente a este cuadro, El Buey Desollado del grandísimo Rembrandt (padre del expresionismo), pero en esta pintura ya no hablamos ni de Vanitas ni de Naturaleza Muerta, sólo de carne y de color. Y es eso lo que recoge e interesa a Soutine, pintor expresionista que pertenece a la Escuela de París. El color es escusa y razón, no necesitamos entender el espacio real ni los detalles anatómicos del buey, la fuerza del color nos entra directa a la médula a través de los sentidos, no es racional, es carnal, como el buey mismo.
En 1954 Francis Bacon volverá sobre el tema en su lienzo Figura con Carne, dónde aparece un buey desollado detrás de la figura de Inocencio X.
Pero volvamos al olor. Desconozco el tiempo que esta carne permaneció en casa de Soutine, pero realizó varios cuadros, así que no debió de ser poco. Lo que nos hace reflexionar sobre el ensimismamiento del proceso creativo, una especie de catarsis en la cual los sentidos sólo atienden a la obra, por suerte para él también el olfato quedó a disposición de la expresión de los colores.