
Cabeza de mujer negra
The eyes, chico.
Resulta habitual leer la cartela de una obra y pensar: «WTF». Si has decidido arriesgarte de más y pasas tu primera cita en un museo, puede que te alejes del texto con aires de haber entendido TO-DO. Seguramente tu cita se vea abocada a seguirte la corriente. Empezáis bien.
Sin embargo, si te dieran un millón de euros a la comprensión lectora de esa cartela, probablemente no los ganaras (fuente: cualquier informe PISA). Tranquilo, no estás sólo. Esta es una crítica muy habitual a los museos, quienes a menudo, con explicaciones enrevesadas, alejan al arte de la cotidianeidad del visitante.
En el caso de Maruja Mallo, quizás no se puede culpar al museo de una labor divulgativa justita. Es difícil sintetizar a alguien que era como el Aleph de Borges: ese punto donde confluye el universo infinito;
en una frase, en un lienzo, en un boceto preparatorio.
Entrevistada digna de «Ratones Coloraos», se explicaba siempre resuelta y simpática. Lo divino y lo humano, perfectamente hilado, con lógica y argumentos. Pero si después intentas reproducirlo, ay, volverías a perder el millón de euros.
Durante su exilio, Maruja se pateó buena parte de América del Sur. Ávida de estímulos, quedó fascinada con el descubrimiento de nuevas fisonomías, culturas y naturaleza. De ahí saldría su serie de retratos de cabezas de mujeres negras.
Este lienzo muestra una cabeza colosal de una mujer real, de composición geométrica y en 2D. No está idealizada pero parece un ídolo de la Antigüedad. Su peinado emula un tocado cuernos, más propio de la aristocracia medieval. No lleva ropa ni abalorios. Nada distrae de su mirada.
Todo retratado es un «objeto» a contemplar por el espectador. Y es visto con una mirada que, en demasiadas ocasiones, se ha identificado exclusivamente con la masculina (Laura Mulvey denominaría este fenómeno en el cine como «male gaze»).
Pero Mallo representaba a la mujer moderna y libre. Por ello, siempre a la vanguardia, combate este lenguaje visual perpetuado durante siglos y otorga un doble rol a la modelo. Esta no se limita a ser observada con abulia, sino que hay un diálogo activo. Tranquila y orgullosa, devuelve la mirada al espectador.
¿Quién es ahora el objeto de la mirada, eh?,
preguntas a tu cita. Tarde, ya te ha bloqueado.
Maruja Mallo