La verbena
La gallega que revolucionó Madrid. Lorca, Alberti, Breton, Dalí, Neruda, Warhol... cayeron rendidos a su personalidad y su obra.
Maruja Mallo pintó una serie de óleos dedicada a las fiestas madrileñas. En La verbena la artista gallega expone su visión del mundo sin escatimar en barroquismo y fantasía.
Maruja se había trasladado a Madrid desde su Viveiro natal (Lugo). Tenía veintiséis años y en la famosa Residencia de Estudiantes entabló amistad con Dalí, Buñuel y Lorca.
Estos tres individuos admiraban la arrolladora personalidad de Mallo, pero también la modernidad de sus obras. Dalí calificó a Maruja de “mitad marisco, mitad ángel” y Lorca dijo de ella: “Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad.”. Buñuel acabaría enemistado con ella por tanto amor libre y tanta libertad femenina.
Pero tanta adulación no es por el afecto que se sentían. Años después en París, el mismísimo André Breton, el sumo sacerdote del surrealismo vio en su serie de pinturas negras “Cloacas y campanarios” una obra maestra y compró su “espantapájaros” para ponerlo en un lugar de honor en su colección.
Pero esos cuadros oscuros y pesimistas aún no se habían hecho. En la época de esta “Verbena” eran los felices años 20 y Maruja era joven y aún optimista. Sus obras, todavía alegres y coloridas.
“La verbena” es un intento de retratar a la sociedad madrileña de la época con un poquitín de ironía. Barracas, artefactos de feria, espejos deformantes, tiovivos, músicos, gigantes y cabezudos, marineros de permiso, terrazas la guardia civil… Un caos ordenado que refleja el barullo de las verbenas populares, pero con gran alegría.
Los malos tiempos aún no habían llegado. La guerra a la vuelta de la esquina mataría o exiliaría a todos su amigos. Como bien dijo en una frase inquietantemente definitoria: “Aquí la culpa de todo la tiene la jodía mística”.