Campo de relámpagos
Rayos en vez de pinceles.
El año 1977, el artista Walter de María instaló 400 postes de acero inoxidable en pleno desierto de Nuevo México. Cuatrocientos postes de acero de 5 metros de altura alineados en una enorme llanura desiértica. Hasta aquí, todo bien: «el artista conceptual de turno ha querido impresionarnos con su intrigante y pretenciosa escultura, si es que se puede llamar escultura a… eso». La realidad es que Walter de María no quiso realizar una escultura, ni tan siquiera impresionarnos, ni mucho menos ser pretencioso con esa intervención.
El artista, forjado en las filas del Land Art, proponía un arte vivo hecho en y con la tierra. Así, realizó esta intervención para llamarnos la atención sobre la enorme fuerza de la Naturaleza; pero también, para invitarnos a cuestionar los límites del Arte. Walter de María sabía lo que se hacía: cuando la frecuente actividad eléctrica del cielo de Nuevo México empezaba, centenares de rayos atraídos por el acero de los postes, descendían con toda su rabia, uno aquí, otro allí, formando una hermosa danza de luz en la oscuridad del desierto. Y es en este momento cuando surge la pregunta: Quién es el verdadero autor de esta obra? Unos dirán que es Walter de María. Otros sugerirán que es la Naturaleza.
En efecto el hombre es quien la piensa, el Arte es el medio, pero quien la termina, es sin duda, la Madre Tierra.
Gracias, Walter de María por mostrar delante de nuestras narices cuanta belleza puede surgir cuando nos unimos, en armónica alineación, el Ser humano, el Arte y la Naturaleza.
Y volviendo a la autoría de esta obra… no será el fotógrafo quien de verdad nos permite contemplarla? Hagan juego.