Capilla del Santísimo
El rocódromo obispal.
Una decoración mural-escultórica elaborada en terracota policromada se adapta a un espacio arquitectónico en el interior de la sede obispal mallorquina, además, se incorporan cinco vitrales de 12 metros de altura con tonalidades de grisalla y un conjunto de mobiliario litúrgico realizado en piedra de Binissalem (altar, ambón, silla presidencial y dos bancos para el coro ferial) ex profeso para la ocasión; y hasta aquí con la descripción clásica de una catedral, ¡porque tela…!
La tridimensiponalidad angosta al visitante, y vemos en el gesto amenazador de un pez dentudo (probablemente una morena mediterránea) y de los pulpos en movimiento una advertencia de que no se trata de una capilla estándar más donde quizás esperarías encontrar una talla de madera de la Virgen y cuatro o cinco candelabros a sus pies. El primitivismo y las propuestas del Art Brut de Dubuffet se asientan en cada esquina de la capilla, y es que los volúmenes, sombras y pinturas murales convierten a los espectadores en una nueva y católica versión de un neandertal promedio. El factor «cueva» nos retrotrae, una vez más, al tan recurrente periodo prehistórico.
Conjugar un vanguardismo «esculturo-arquitectónico» tan abrupto con el gótico, visible en los nervios de la cúpula y los grandes ventanales ojivalados, no es tarea fácil. Pese a ello y tras la involuntaria primera impresión de conflicto estético entre ambos estilos, la combinación de estos dos mundos en este espacio se serena un poco gracias al juego de luces ofrecidos por los relieves y por la propia verticalidad de la capilla; los colores sin embargo inciden más bruscamente en el entorno, aunque probablemente sea ésta su intención.
Al final la temática entorno los frutos del mar (los peces) y los frutos de la tierra (los panes) que toma la obra no deja de materializar dos grandes elementos ligados a la premisa bíblica de la providencia divina, no en vano la capilla se patroniza al Santísimo. Otra cosa es que encuentres los frutos en algún lado. El simbolismo se encuentra tan codificado y es tan conceptual que, eso, te entran ganas de ponerte un arnés y empezar a escalar.
¿Podría ser quizás una metáfora superliteral hacia el ascenso celestial…?