Macho cabrío y cabra
Macho alpha y hembra omega
La obra que hoy tratamos pertenece a una serie con un tema central bastante escabroso: la representación de animales colgados y sacrificados (El baile de los colgados o Blanco de zinc, blanco de plomo).
Se contempla una pincelada densa y pastosa en la que se embarran los tonos terrosos (compuestos en muchas ocasiones de pigmentos naturales) que se superponen en distintas capas, realzándose en muchos tramos la mezcla de colores hallados en la base con los colores agregados en la superficie. Es esta manera de trabajar el pigmento en fresco la que genera ese juego «espatulado» de texturas y relieves que nos da sensación de inestabilidad, de ebullición.
Joan Miró, fue una gran influencia en sus primeros lienzos con temática animal de trazo expresionista, es el caso de la obra que tenemos delante. Aunque no fue este último su única fuente de inspiración e influencia, y es que el lienzo reúne tantas referencias que parece la oda a una enciclopedia del arte: el trazo energético nos recuerda a Rothko, el action en la pincelada a Pollock, la abstracción entremezclada a De Kooning y la atmósfera primitivista al Art Brut de Dubuffet.
Aunque esto solo en cuanto aquello meramente técnico, la temática evoca una influencia tomada de un autor bastante más lejano en el tiempo: Rembrandt, en concreto, de sus obras acerca de animales despellejados. Al mismo tiempo, este cuadro es una clara referencia costumbrista de los países del África subsahariana (visión de la experiencia turística del autor en el lugar) y a sus mercados abarrotados de animales colgando, de hecho, lo que cuelga con más frecuencia en sus tenderetes son cabritos (muerte, carne, moscas y podredumbre).
¿Es una obra con un aire santificador acerca del ritual naturalista? ¿Es una obra costumbrista sin más? ¿Es una obra crítica de la condición de cierto lugar, pongamos, la franja subsahariana? ¿Es una alegoría del clásico adagio tempus fugit? Derivados o ralladas aparte, se trata de una pintura que reclama reflexión, quizás por no ver ni al cabrón ni a la cabra, o quizás por entrever más bien dos lagartos (que tanto nos evocan a las Pitiusas), el caso es que la muerte se presenta colgando de las patas y nosotros deseamos ver más allá y entender el porqué.