Cardenal y monja
La perversidad y moralidad de Egon Schiele.
Posturas vibrantes, gestos frenéticos y miradas delirantes son la esencia de la obra del artista austriaco Egon Schiele. En concreto, la obra Cardenal y Monja debido a la prohibición moral y social de la acción perversa de sus dos protagonistas, inquieta y obliga al espectador a reflexionar.
Gustav Klimt, artista destacado del Art Nouveau, terminó El Beso cuatro años antes que el cuadro de Egon Schiele. La obra fue realizada en óleo, oro y plata quizás sea una de las imágenes mas tiernas de la historia del arte. Schiele, alumno de Klimt, transformó toda esa dulzura e inocencia que flota en El Beso, en una nocturnidad ilícita, aparte de la escandalosa irrupción en la Iglesia, al representar en su Cardenal y Monja a unos religiosos. Es imposible que la postura de la pareja no nos recuerde a la de Klimt. Sin embargo, el hombre y la mujer de Schiele se muestra perversa y oscura buscando una rotura de estereotipos sociales.
Con probabilidad, Egon y Wally (amiga, musa y compañera del artista) son los protagonistas de esta obra impresionista. En contra de lo que pensaríamos, los gestos faciales de la mujer son la del pintor (las similitudes con sus autorretratos durante ese período son extraordinarias). La monja, con el rostro perturbado, las piernas varoniles libres del hábito, parecen invitar a su pareja a prolongar una caricia que será perpetua en la historia del arte. El personaje masculino aparece de perfil y sus manos cogen delicadamente el rostro de su compañera (Schiele tituló la escena de la obra como La Caricia). El rojo y el negro que dominan la composición crean una atmósfera de preludio al sexo (en la mayoría de sus obras, predomina el erotismo y el lenguaje reaccionario). Una de las diferencias con la obra El Beso es que sólo se ve con claridad que es la imagen femenina la que está arrodillada, mientras que en El cardenal y la monja encontramos a los dos personajes arrodillados en una eterna penitencia.
El pintor austriaco realiza una obra atemporal en la que es capaz de cuestionar la moralidad de sus contemporáneos y la de las épocas sucesivas. Su arte hace descorrer las cortinas y adentrarse en un mundo de clarososcuros; los instintos mas primarios e ilícitos, no permiten restricciones, ya que sus creaciones no dejan a nadie impasible. El provocativo pincel de Egon Schiele conecta y obliga a sus coetáneos y a los espectadores de décadas venideras a que reflexionen sobre sus prejuicios y deseos ocultos.