Carlos V en la Batalla de Mühlberg
El héroe solitario.
El emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos V (Carlos I de España) es representado sobre su caballo, tras acabar con el protestantismo en la batalla de Mühlberg. ¿Un Chuck Norris con prognatismo se cargó él solito a todos los luteranos…? No, simplemente contaba con uno de los ejércitos más poderosos del planeta en ese 1547, pero Tiziano, muy listo y pelota él, dejó bien claro quién era el general, y de paso disimuló un poco la mandíbula saliente típica de los Austrias (eso es el prognatismo).
Lo cierto es que los luteranos se estaban convirtiendo en un problema religioso, político y social para el monarca, y decidió acabar con el problema con sus 44.000 soldados de infantería (los famosos tercios) y 7000 de caballería. Los protestantes contaban con una fuerza parecida, así que ya os podéis imaginar la pedazo de batalla que se libró a orillas del río Elba.
Los soldados de Carlos V tuvieron una ventaja clara: atacaron de noche pillando desprevenido al enemigo que se creía a salvo tras inutilizar los puentes y el emperador se convirtió en un héroe, cosa que refleja Tiziano a la perfección con sus pinceles.
Armonía cromática, destellos rojos y ese amanecer en el fondo para convertir a Carlos V en una suerte de super-héroe con su brillante armadura. Y como véis, no hay rastro del enemigo. A Tiziano le pareció más razonable y elegante retratar sólo al máximo vencedor y un símbolo como la lanza, que evoca a la que utilizó San Jorge para matar al dragón (los herejes).
Los artistas barrocos, años después, tendrían muy en cuenta esta obra.