Corisca y el sátiro
¡Por los pelos!
La historia de Corisca y el sátiro es contada por Artemisia Gentileschi, y como es lógico, el significado cambia bastante.
Corisca era una ninfa que tenía un admirador bastante pesado: un sátiro que le regalaba ropa y sandalias. Al aceptar estos regalos, el sátiro pensó que tenía derecho a una recompensa carnal, y se propuso a seducirla. Y ya sabemos que en la antigua Grecia, la seducción por parte de un sátiro hacia una ninfa era siempre la misma: una violación.
El sátiro agarró del pelo a la ninfa, pero resultó que Corisca llevaba peluca. La ninfa pudo así huir de su violador y este se quedó con el cabello postizo en la mano.
Ya es conocida la triste historia de la autora de este cuadro, Artemisa Gentileschi. Fue una de las mejores artistas del barroco y empezó a pintar en el taller de su padre Orazio, que estaba orgulloso al saber que su hija era ya mejor que él y el resto de pintores de Roma.
Pero a los 19 años Gentileschi fue violada por un sujeto llamado Agostino Tassi, que se suponía iba a ser su maestro. Al violador le cayó un mísero año de cárcel y Gentileschi fue humillada en un juicio público en el que se insinuó que incluso era ella la culpable del estupro. Desde entonces la pintura de Gentileschi cambió radicalmente. Más oscura y violenta, sus cuadros empezaron a poblarse de heroínas que cortaban cabezas de los hombres que las humillaban, sometían, vejaban o violaban.
Es por eso que, desde un análisis iconológico de esta obra surgen otros matices. Ya no estamos ante una ninfa manipuladora y falsa, como se quiso ver durante años, sino ante una mujer lo suficientemente inteligente como para no fiarse de un sátiro hijoputa. Bastante suerte tuvo el cabrón de no perder su cabeza a manos de otra de las heroínas barrocas de la Gentileschi.