Cristo abrazado a la cruz
Pura Pasión.
Cristo se abraza a la cruz y un pigmento rojo cae por su cara y su cuello. Parece que no sufre, o al menos El Greco así lo pinta… Bueno, quizás sufre un poquito en su alma. Sólo vemos al sufriente elevando su mirada al cielo. ¡Y qué mirada, Jesús…!
Con esto, el Greco quizás pretendía una simple imagen de devoción para complementar la oración del suertudo que tuviera el cuadro en su aposento (clientes no le faltaban en la época al Sr. Theotokópoulos), y por ello el artista no es excesivamente narrativo ni explícito con la historia de la Pasión de Cristo, tanto y tan bien representada en la historia del arte.
De Piero della Francesca a Mel Gibson, todo tipo de artistas se sintieron fascinados en mostrar estas últimas horas de Cristo (según a quien se le pregunte, de la Última Cena a la resurrección), aunque desde luego, algunos con mucha más sangre que otros.
Aquí por ejemplo no vemos como le sacuden el polvo a Jesús. Es cierto que lleva su corona de espinas, pero por ahora lleva el tipo bastante bien. De hecho, entre ese fondo negro no hay torturadores ni turba escupiendo: sólo está Jesús. Un fondo que resalta únicamente la figura de JC, además de adelantarse a la pintura que se empezaría a hacer unos pocos años después. Efectivamente, hablamos del barroco y su característico Tenebrismo.
Tenemos que mencionar esas manos… ¡Ah, las manos del Greco! Ver como abraza ese cacho de cruz (¿para qué enseñarla toda?) con esos dedos alargados y esas increíbles uñas amplifica lo emocional de la escena.
Ojos y manos. Con eso y algunas (excelentes) pinceladas resume El Greco la Pasión.