Natividad
La modernidad de hace 400 años.
Celebramos esta inusual navidad con uno de los grandes: El Greco.
Pinta esta obra en formato circular para un luneto de Nuestra Señora de la Caridad de Illescas y, como en toda su pintura, trasmite pura magia. Una sensación sobrenatural producida por los característicos cuerpos alargados en forzadas poses y escorzos —esa «furia» manierista que defendió en su arte—, un dramatismo e intensidad sin precedentes, y sobre todo sus innovadoras pinceladas vibrantes que fabrican de la nada luz y color que van directos al espíritu, como debe ser propio de una pintura religiosa.
El Niño Jesús acaba de nacer entre las tinieblas y emana una luz mística. Los espacios indefinidos del Greco siempre contribuyeron a ese misterio. El buey aparece por abajo, retorcido, mirando la escena. Las figuras son como sinuosas llamas ardiendo en un momento tan trascendental. Sabido es que la forma ondulante del fuego era la más apropiada para representar la belleza según los pintores manieristas.
Una pintura que se hace moderna cada año que pasa. Al final de su vida, el artista ya hacía lo que le daba la gana. En Toledo tenía libertad y su pintura era pura creatividad de un visionario incalificable que se pasó por el forro toda convención hasta entonces conocida en el arte.
Un cuadro nada convencional para una fecha nada convencional.