Descendimiento
Rigor Mortis Ad Nauseam.
Max Beckmann interpreta a su peculiar manera una de las iconografías más populares de la historia del arte: el descendimiento de Cristo. Inspirado en el arte medieval alemán, se apostó a sí mismo —y a Gustav Hartmann, comisario amigo suyo— que el arte moderno podía ser igual de poderoso que el realizado por los antiguos maestros. Y ya vemos que quizás sí.
Era 1917, tiempos de guerra, y además una guerra que parecía que no se iba a acabar nunca. Beckmann decidió mostrar todo ese sufrimiento personificado en un individuo: Jesucristo, y ahí lo vemos, como la imagen misma del dolor.
Un Jesús enorme, deformado, torcido, pálido… Tiene golpes, moretones y llagas, las manos y pies agujereados, los brazos todavía en cruz, rígidos por el rigor mortis. Y está en posición diagonal, cruzando el cuadro de abajo a arriba, dándole más dramatismo si cabe a la pintura.
Además, el artista usa colores apagados y fríos, muy sobrios, al contrario de sus exuberantes pinceladas para sus cuadros de antes de la guerra. Recordemos que Beckmann fue enfermero en I Guerra Mundial y tras la contienda sufrió una aguda depresión que cambió su mentalidad artística e hizo su estilo mucho más oscuro y dramático.
Por todo ello su pintura podría considerarse expresionista, y en cierto modo lo es, pero Beckmann se adelanta a la Nueva Objetividad, movimiento que lo venerará como un precursor. Después de todo, su arte es crudo, provocativo y muy satírico. Un arte salvajemente áspero, del gusto neo-objetivo. Sus figuras son verdaderas caricaturas, que probablemente cuentan más que la realidad.