Muro del muelle
De lo invisible en lo visible
“Lo único que he intentado es realizar mi concepción del mundo lo más intensamente posible”
Max Beckmann.
¡Y vaya si lo consiguió…! Intensidad es lo que nunca le ha faltado y prueba de ello, esta sutil y embravecida obra con la que dejarse atrapar por su genio.
Hablar de Beckmann es hablar del movimiento perpetuo, continuo, incierto… Es hablar de un exilio eterno, externo e interno, como el de los peces que con el mar fluyen sin conocer lo que el destino les depara.
Junto al mar, como preludio del abandono forzoso de su Alemania —enferma de nazismo, sucumbida por la intolerancia, el atropello y el absurdo— Beckmann provoca tal estallido de expresión sobre el Muro del Muelle. La ira del mar, la fuerza del trazo, el blanco de las olas locas deslumbrando y desgarrándolo todo como un sable, no dan lugar a dudas sobre su estado vital.
Ámsterdam sería el destino de su huida en julio de 1937, nada más escuchar en la radio el furibundo discurso del Führer en la inauguración de la exposición de Arte Degenerado, donde la obra de Beckmann se exhibía junto a la de otros 111 “degenerados” más como Klee, Nolde o Kandisnky. Fue entonces cuando entendió que no era su amada profesión lo que corría peligro, era su vida.
La década en Ámsterdam estaría marcada por el miedo y la angustia vital a raíz de la ocupación nazi de Holanda y, pictóricamente, por la creación continua en un viaje impredecible, por la necesidad de evadir una realidad agónica. El exilio y el mar, esa puerta abierta a la incertidumbre a la que finalmente sería abocado.
La mirada sobre el mar se irá matizando durante su exilio americano (1947), y lejos de vaciarse, ya no será solamente una vía de escape atemorizante y llena de miedos e incertezas. Pasa a ser, entonces, un referente de paz y de libertad, pero también de nostalgia y desesperanza. Es la inmensidad infinita, el medio de un viaje sin retorno a su Alemania arrebatada.
“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
Casi desnudo, como los hijos de la mar”Antonio Machado.