Max Beckmann
Alemania, 1884–1950
Beckmann apuntaba para académico. Siempre huyó del término expresionismo y defendía una pintura exterior frente a la pintura interior propia de este movimiento. De hecho, pare él lo más alto era Cezanne y le apasionaba todo lo que oliera a impresionismo francés.
Pero su participación en la I Guerra Mundial donde sería enfermero y sufriría una aguda depresión nerviosa cambió su mentalidad artística e hizo su estilo mucho más oscuro y dramático.
Tras el conflicto empieza a aflorar la influencia de Munch. Ahora quiere deshacerse de su pasado académico y comienza a plasmar sus intensas experiencias y visiones inmediatas de los años de la guerra. Las perspectivas comienzan a deformarse, introduce temáticas de gran violencia y crueldad y sus personajes son ahora figuras pálidas y repulsivas que se retuercen y distorsionan en espacios comprimidos.
Estos rasgos podrían considerarse evidentemente expresionistas, y en cierto modo lo son, pero Beckmann se adelanta a la Nueva Objetividad, movimiento que lo venerará como un precursor. Después de todo, su arte es crudo, provocativo y muy satírico. Un arte salvajemente áspero, del gusto neo-objetivo. Sus figuras son verdaderas caricaturas, que probablemente cuentan más que la realidad.
Los nazis vieron en su obra un «arte degenerado» y Beckmann decidió no contradecirlos y marcharse discretamente de Alemania. Tras una poco lujosa estancia en Amsterdam decide aceptar el puesto de profesor de arte en los Estados Unidos, donde muere en 1950.