Dos bailarinas en amarillo y rosa
Paleta antinatural para cargar de emoción una situación.
Edgar Degas fue un pintor francés impresionista (a pesar de su conflictiva relación con este movimiento), que, gracias al privilegio de haber nacido en una familia acomodada, pudo dedicarse por completo a la pintura, sin la necesidad de vender sus cuadros para poder sobrevivir.
El artista parisino abordó alternativamente la pintura al óleo, el dibujo, el grabado y la escultura. El haber dedicado y otorgado tanto valor al dibujo es algo que lo diferenció y destacó de sus colegas impresionistas, que resolvían esto directamente en la pintura. Degas decía que El dibujo no es lo que ves, sino lo que debes hacer para que otras personas puedan ver.
Era abonado de la ópera, interés que comenzó alrededor de 1870. Esto le permitió ver los ensayos y estar más o menos cerca de las bailarinas —la cercanía dependía de cuánto estaban dispuestos a pagar—. Esto le daba la posibilidad tener una observación directa del momento, desde una posición casi privilegiada.
Presentó a las bailarinas en todos las situaciones imaginables: solas o en grupos, tomando clases, a punto de salir al escenario, bailando en el, saludando o descansando entre bambalinas.
Esta obra tiene todo lo que debe haber en un Degas: bailarinas, líneas, puntos, colores pasteles, texturas y cambios de anatomía. Se puede considerar hasta poético el hecho de que aparezca el nombre de los colores en la obra.
En esta pintura retrata a dos jóvenes bailarinas en lo que parece ser un momento de descanso después de la función. Se las ve extenuadas, frotando sus tobillos cansados, descansando sus cabezas sobre sus hombros.
Hacia 1880, cuando su vista comenzó a debilitarse, se abocó al manejo del pastel, que le permitió acentuar la relación tensa entre color y línea, y así logró una mayor fluidez en el trazo. Logró fundir el color y el dibujo, aplicando el pastel con fuertes toques verticales, que hicieron resaltar la tonalidad mediante el contraste de colores.
Degas tenía un gusto especial por los colores, son el motor principal de la obra. El color le permitió a Degas realizar variaciones de una misma escena. Los colores difuminados entre sí en este cuadro logran crear una figura poco definida.
La luz del cuadro entra desde la izquierda resaltando a las bailarinas y los colores estridentes de sus vestidos, dejando de lado todo lo que está detrás de ellas. Sus pinceladas escriben y describen a la vez, son libres, abiertas. Compone con la mancha, y resuelve con líneas.