El alma de la ciudad sin alma
La urgencia de la ciudad moderna.
Nevinson visitó Nueva York por primera vez en 1919. La Primera Guerra Mundial había al fin terminado y las estampas realizadas por el artista sobre el conflicto (y hechas de primera mano) fueron exhibidas en la ciudad con gran éxito.
Nevinson se quedó inmediatamente impresionado por la arquitectura de la ciudad. Incluso llegó a afirmar: fue construida para mí.
Solo estuvo un mes, pero el flechazo fue inmediato. Estaba enamorado y sentía que la ciudad le correspondía, regalándole inspiración, lo más preciado para un artista.
En ese tiempo no paró de hacer bocetos de la ciudad, muchos de ellos con su estilo vorticista (El vorticismo fue un intento por revigorizar el arte británico, inventar una vanguardia propia. Para ello había que mostrar la vida moderna, y mejor si era industrial o mecánica, con mucho movimiento, muchos ángulos y vertices.
Todo esto se tradujo en este cuadro, en principio titulado Nueva York: una abstracción. Nevinson puso todo su esfuerzo, ilusión y esperanzas en este lienzo, pero el resultado fue una terrible recepción en la exposición. Su adorada Nueva York le había dado la espalda. El idilio se había acabado, y despechado, lleno de amargura le cambió el título a la obra. Ahora el cuadro era El alma de la ciudad sin alma.
La pintura muestra un tramo del ferrocarril elevado que atraviesa Manhattan. La herencia cubista y futurista es evidente y muestra perfectamente el dinamismo de una metrópolis moderna (de 1920).