El curso del Imperio I: Estado Salvaje
La amabilidad de lo primitivo.
Thomas Cole realizó una serie de cinco pinturas que bautizó como El curso de un Imperio.
Este artista, con un espíritu romántico de campeonato y la obsesión de reflejar un mensaje moral o espiritual en todos sus paisajes, nos hace reflexionar con la evolución de uno mismo, y como es alterado por la peor especie que habita en la Tierra: los humanos, esos que corrompen y destruyen a su paso.
En esta primera pintura, el mensaje es aún amable, muestra una naturaleza bella, armónica, y a la vez sublime, salvaje, aún «no domesticada» o alterada por la mano humana. Impresiona la luz que expulsa la obra, recrea perfectamente el tono de un cielo claro y a la vez cubierto de nubes en un lateral, los tonos verdosos de la vegetación, en la que Cole se recrea con los detalles: cada árbol, cada arbusto, cada hoja…su técnica es impecable y minuciosa.
Vemos minúsculas figuras de hombres primitivos (idea similar a Friedrich, que pintaba las figuras humanas siempre diminutas y anónimas para contrastar con la grandiosidad de la naturaleza). Los hombrecillos buscan alimento y cobijo, pura subsistencia. Sin embargo, este estado salvaje no durará mucho, el ser humano siempre querrá más, y su incansable ambición conllevará al caos, a la destrucción y a un paisaje desolado…