
El viaje de la vida: Juventud
Aspiraciones y sueños.
Seguimos con la serie de El viaje de la vida, esta vez con la juventud, donde el pequeño protagonista ha crecido y ahora se encuentra en plena pubertad, es un adolescente lleno de vida y optimismo.
El paisaje es similar a la primera pintura de la serie, aunque en este caso predomina el verdor de la vegetación, ya se ha dejado atrás la cueva, y el conjunto queda más abierto, nos expone el horizonte.
Con esta escenografía y naturaleza bella de árboles altos tupidos, aguas cristalinas, imponentes montañas y una atmósfera limpia y transparente, se evoca el romanticismo propio de la imaginación y las ensoñaciones juveniles, un momento de nuestra vida en el que la mente altera lo común y lo real, magnificándolo de modo que se generan expectativas imposibles de cumplir, las cuales no tardan en caer en picado, sobre todo a partir de la edad adulta, con la que viene la experiencia, que nos enseña cómo son las cosas realmente.
La barca del joven sigue siendo exactamente la misma, pero se produce un cambio significativo: el ángel se ha quedado en tierra, y deja que el chico lleve el timón, entusiasmado y rebosante de energía, como indica su pose erguida y su brazo en alto.
Mira hacia adelante, donde se despeja el paisaje y se alza en el cielo un palacio de nubes, de aspecto etéreo. Ese lugar fantástico es una invención de Cole para reflejar los sueños de los humanos, especialmente cuando somos jóvenes, y nuestras ambiciones y deseos, muchos de ellos tan improbables que nunca se hacen realidad.
El joven protagonista quiere dirigirse hacía allí, apuntar a lo más alto y lograr que sus mayores metas en la vida se cumplan. Pero olvida que va embarcado en el viaje de la vida; una corriente que avanza sin parar, cada vez a mayor velocidad, con una fuerza irresistible que ninguno de nosotros somos capaces de controlar.