El falso espejo
Un cuadro que ve tanto como es visto.
Puede que el único recurso que haya encontrado el pintor belga para hacerle frente a la muerte de su madre fue el arte, y no es curioso que dentro de todas las corrientes artísticas en las que incursionó, se haya destacado en el surrealismo, donde el inconsciente y los sueños tienen un papel de suma importancia.
Magritte pintó dos versiones de El espejo falso. Una se encuentra hoy en el MoMa, pintado en 1928. La segunda versión la pintó en 1935, y se encuentra hoy en una colección privada. El fotógrafo surrealista Man Ray, tuvo durante un tiempo el cuadro en su poder, y fue él quien lo describió de la forma más poética y acertada: ve tanto como es visto.
El espejo falso es una obra dual: por un lado, Magritte representa un enorme ojo sin pestañas (54x81cm); por otro, actúa de espejo, reflejando las nubes blancas y el cielo azul. De esta forma, se nos presenta una ventana al mundo real. Asimismo, el ojo observa fijamente al espectador, de modo que puede llegar a resultar hipnotizante e inquietante al mismo tiempo: el espectador es observado pero también observa.
El tamaño de esta pintura resalta los contrastes entre luces y sombras, obteniendo resultados brillantes en relación al color. Si enfocamos nuestra atención a la parte interior del ojo vemos unas cualidades muy anatómicas, por ejemplo en el lagrimal. Y esto tan físico, tan real, contrasta de manera brutal con el otro extremo, sin detalle alguno.
La pincelada es oculta, lo que nos otorga reflejos contradictorios, que es en esencia la realidad irreal de los cuadros de Magritte. Predominan los colores complementarios, neutros y fríos de tonos claros.
Otro punto contradictorio es que el cielo no es el que podemos apreciar a través de nuestras ventanas, sino que es completamente liso, sin matices. El contraste claro-oscuro tan destacado entre el iris del cielo y el párpado nos muestra que es el mismo ojo el que delimita la frontera entre el mundo interior y el mundo exterior. El falso espejo solo deja ver el exterior, negando, mediante el reflejo que desprende, su propio interior, y dando la sensación de que solo existimos en la medida que alguien nos observa desde afuera.
¿Confirma esta obra que llegar al fondo mismo de nuestra propia existencia es, finalmente, imposible?